El señor

Lo veo desde el otro lado de la habitación platicando con mis amigos y haciéndolos reír. Son las 2:30 a.m. y él ha tenido una semana terriblemente cansada en el trabajo. Sé que desearía estar dormido, pero ahí está desde medio día llevando el pastel y montando sillas y mesas en el jardín, yendo a superama por platos y vasos desechables, armando canastitas de dulces... e irremediablemente pienso en cómo pasó todo lo que pasó y no puedo más que sentirme afortunada y feliz porque no haya quitado el dedo del renglón:

Le tomó un mes de insistencia que aceptara tomar café con él, yo siempre tenía un buen pretexto para no hacerlo, desde tarea y café con amigas, hasta exámenes y viajes, pero él seguía invitándome. A nuestra primera cita llegué con tres horas de retraso: me habló para decirme que ya estaba ahí y en ese momento me metí a bañar. Para mi sorpresa, cuando llegué ahí seguía. Durante más de tres meses no lo dejé siquiera pagar por mi café; yo llegaba en mi auto a la cafetería convenida, pagaba mi café y después de un par de horas me iba. Ni siquiera aceptaba verlo cerca de "mi zona" (el ITAM o mi casa), siempre lo veía en Polanco porque, pues, básicamente me negué durante casi un año a que supiera dónde vivo.

Si le tomó más de tres meses pagar por mi café, imagínense cuánto le tomó que aceptara comer con él. Casi nueve meses. Y eso fue comer con él, no que me invitara a comer. Durante todo ese tiempo intenté resistirme, primero porque me llevaba muchos años, pero sobre todo porque después de un tiempo supe que, convenientemente, me ocultaba una parte importante de su historia... A mis tiernitos 20 años recién cumplidos me sentí muy fregona y audaz como para poder manejarlo, creí poder tomar café y platicar y aprender sin enamorarme de él. ¡Ja! Como era de esperar, mis 20 añitos no pudieron contra sus 46, pero lo intenté.

Muchas cosas pasaron durante estos años; creo que lo más complicado fue el año pasado: durante el tercer trimestre del año le dije que nuestra relación "pasajera" ya no me gustaba ni poquito y que quería más cosas, así que me iba a buscarlas. Me dijo que él me podía y quería dar esas cosas, que le diera chance de hacerlo. Obvio dije que sí. Luego, unas semanas después, le dije que mejor siempre no. Luego, unas semanas después de eso le dije que mejor sí... y nos fuimos a Las Vegas para celebrar el aniversario y la decisión. Pocos días después de llegar de LV tuvimos una pelea fuerte y le dije que ya no quería nada con él. Además, le dije, yo tenía todas las de ganar: aprendí mucho, quise mucho pero seguía siendo muy joven y encontraría a alguien más que me hiciera desear nunca irme de su lado.

No intento decir que fui una tirana y sólo él le echó ganas, él también tiene sus cosas, y cada que nos arreglábamos había un plan completo para hacerse cargo de esas cosas, pero pasados unos días nos volvíamos a pelear y... ¡pfff! Una vez, como a principios de febrero, lo troné y cuando él me decía que me amaba y que le diera una oportunidad yo le contestaba "yo no, no quiero saber de ti... es más, ¿ese plan que tenías antes de regresar con tu ex para no quedarte solo? Deberías hacerlo porque sería muy feo verte solo a los 60, si es que llegas..." Era yo una escuincla pretenciosa que sólo quería oír una y otra vez todo lo que estaba dispuesto a hacer por mí. Pero funcionó, pasado un tiempo muy corto nos volvimos a arreglar.

Sé que suena a relación inestable de secundaria, pero no fue nada de eso (en serio, tanto mi terapeuta como el suyo coinciden en eso, y ellos saben más que ustedes XD), simplemente estábamos en el proceso de averiguar cómo unir dos crianzas, generaciones y concepciones del mundo tan distintas. Un buen día, hacia finales de marzo, le dije "la verdad ya sé qué quiero y cuándo y para eso me tengo que ir ya." Me pidió que lo esperara dos semanas, le dije que no, me pidió una semana, le dije que se la tomara pero que yo no lo iba a esperar, que si luego quería correr para alcanzarme, bienvenido. Se hizo cargo de todo en tres días...

Pero esa es sólo una parte, la parte menos estable. La parte fabulosa es que tengo un señor increíble que se interesa siempre en mis cosas, que me abraza cuando lloro y se ocupa a diario de mi felicidad, un hombre que se enorgullece de mis logros y me enseña taaanto. Un hombre que abriga mi alma y me acompaña por las noches a pasear a Nina y a Lamia. Tengo un señor excepcional que me hace sentir orgullosa a cada instante, que siempre me abre la puerta y me trae flores y con quien hablo horas y horas y horas de cosas interesantes y también de cosas ridículas, que trata de caerle bien a mis amigos y hasta a los papás de mis amigos. Un hombre que me despierta a besos y sonríe en cuanto me ve, que me regala libros, me besa la frente y me dice princesa...

Y me encanta
poder compartirlo todo con él porque lo adoro. Lo adoro tonta e intempestivamente, inmadura y torpemente, pero con todas mis fuerzas.Y compartirlo todo con él incluye la casa que estamos buscando.

:)

Mis 24

Estoy a días de cumplir 24 años y mi vida no es, para nada, como la tenía planeada para esta edad.

No estoy haciendo o ya tengo una maestría, aún no vivo sola, no me he comprado mi propio auto con mi propio dinero, todavía no sé lo que es una cruda, no voy a una linda oficina todas las mañanas (seamos honestos, ¿quién sueña con ir a un cubículo?) y no estoy compartiendo mi vida con el amor de mi vida adolescente.

Estoy en mi segunda carrera; la Literatura es un sueño ampliamente anhelado, aunque se haya visto retrasado por la Ciencia Política, sigo con el auto que me dio mi mamá y viviendo en su casa. No me apetece nada una cruda, hago home office (lo cual es más lindo que cualquier oficina) y terminé enamorada de alguien que me lleva 26 años y con quien quiero estar mucho tiempo.

AMO mi vida. Y no puedo esperar a que comiencen mis 24 para ver qué otros planes me cambian.