Apenitas salió del taller.

Pues, aquí les dejo un cuento corto que apenas salió de mi tallercito de literatura. Les debo contar cómo le escribí para que me cachen el punto. El maestrito (missesito pa´ mi XD) nos indicó que debíamos hacer un cuento sobre la persona que teníamos enfrente de nosotros, a mí me tocó escribir sobre Ezequiel, un chico que grita REVOLUCIÓN a los cuatro vientos y que tiene un aire de inconformidad social que no puede evitar ¿Las condiciones? Tuvimos sólo 5 minutos (que en realidad fueron como 8), así que aquí les dejo lo que yo escribí y espero que les guste. No hay modificación alguna, lo que logré escribir en esos minutos está aquí textual:

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La historia de Ezequiel empezó como muchas otras: un padre trabajador, una madre entregada y una infancia repleta de imaginaciones, juegos sobre la acera y vecinitas fastidiosas.

Ezequiel, como cualquier niño ordinario, tenía un vecino de banqueta (porque en ese lugar todos los niños tenían su pedacito de calle) que a diario le repetía las historias recicladas de su hermano. Le contaba sobre lugares donde estaba prohibido comerse la comida de los hermanos mayores, donde golpearlos era causa de muerte y todas esas cosas interesantes que un par de niños inteligentes se cuentan entre juegos de banqueta.

Carlos, el amigo de Ezequiel, tenía una extraña fijación por parecer más alto, fuerte, grande y rudo de lo que en realidad era; escondiéndose detrás de unos negros armazones y protegido bajo un velo de intelectualidad arrastró a Ezequiel a lugares poco conocidos y francamente terroríficos de los que raramente lograban salir bien librados. Fue así como conociero a Rin tin tin, Chabelo y las Marchas estudiantiles. Vistiendo mantos de fraternidad Ezequiel y Carlos juraron (durante muchas canicas) que serían amigos por siempre, que jamás dejarían que una niña fastidiosa los separara y que jamás renunciarían a sus sueños y a sus valores. Juraron ser leales, honestos y respetuosos por siempre y, sobre todo, a aprender a jugar canicas tan bien que las ganarían todas.

Corrieron los años, pasó mucho tiempo, y hoy Ezequiel y Carlos se han reencontrado; tras 3 divorcios, muchos líos de faldas, varios años de evasión fiscal y casi 15 años de laborar en el mismo lugar, ellos se abrazan en el vestíbulo del edificio regional del PRI y recuerdan que lo malo de los juegos de banqueta es que cuando uno se empieza a hacer bueno en eso, de pronto la infancia se escapa y echa a volar en alas de la soberbia al hogar de la arrogancia.


Josephine