El moro werido (o la amistad)

Éramos apenas unos pubertos sintiéndose adolescentes cuando nos conocimos. Los dos teníamos un hambre intelectual y emocional que usamos como punto de encuentro, además del reconocimiento de otros conocidos por nuestra inteligencia brillante y nuestra supuesta madurez. El cerebro nos dio un campo de acción maravilloso que explotábamos diariamente. No podría siquiera calcular los días en los que pasamos las tardes enteras enfrascados en sesudas discusiones ni las madrugadas en las que inventamos palabras, historias completas, telenovelas baratas y nos poníamos la máscara de Mulder y Scully para convencernos de conspiraciones gubernamentales. Varias veces nos amaneció entre risas y otras tantas entre lágrimas... éramos ya un par de adolescentes que se querían sentir adultos y no terminaban de entender que esas emociones eran parte fundamental, y obligatoria, de esa etapa.

Durante muchísimo tiempo fue mi confidente por antonomasia, con el que podía platicar horas y horas y horas sobre nada y él entendía todo. ¡Qué urgencia salir de la escuela para hablar con él! El ineludible momento en el que se volvió la persona que más me conocía y la consecuencia lógica de esto.

Me conoció todo lo que había que conocer y le conocí otras tantas cosas. Nuestras trastadas eran, pasados unos días, material de nuestras siempre presentes puestas en escena. Lo quise tanto que lo sigo queriendo.

Y el domingo lo veo, de nuevo, después de tanto tiempo, y no puedo esperar para abrazarlo y decirle, a la cara, cuánto lamento no haber estado ahí para darle ánimos, ayudarlo en lo que quisiera, echarle Clonazepam a su agua, por lo menos. Y por supuesto, agadecerle que creyera en mí.

Gracias, Werido y el domingo morearemos weridamente por la vida..

"FIn de semana, cantar mil canciones"

Por primera vez fui al Estadio Olímpico Universitario y me divertí como enana, aunque sí lo imaginaba distinto. No sé, por mucho que se enoje, sigo sintiendo que hay más ambiente en un partido de americano universitario en uno que otro pueblaco gringo que en un partido de soccer profesional... me dice que no compare y que me va a invitar a un Pumas-América en entrada general para ver si así ya siento "suficiente ambiente", luego empieza a explicarme algo que no recuerdo porque no le estaba poniendo atención y cuando deja de explicarlo le pregunto si ya dejó de farolear y me ataco de risa.

El fin de semana fue redondo: un concierto en Bellas Artes seguido por una cena deliciosa y una plática espectacular, intentos fallidos de sabotaje que dieron lugar a una conversación aún más profunda... al otro día un picnic improvisado en mitad de su comedor, por la noche una caminata en el parque y despertar con su voz diciéndome "ya es hora, princesa" y yo pidiendo cinco minutos más. Y el domingo el estadio y mariscos y pasear a Nina durante horas mientras platicamos tomados de la mano como escuincles de secundaria.

Es curioso, hemos pasado por muchas cosas y justo hoy hablábamos de nuestra casi recién descubierta capacidad para desarrollar métodos eficientes de solución de conflictos en mitad del caos y cómo eso hace obvia nuestra compatibilidad y cómo, al mismo tiempo, hace esta relación distinta que cualquier otra relación...

Yy lo explica todo (sí, crecí con Clarissa, ¿y?)

Oh, sí, lo sé todo, así que deja la agresión y el berreo de puerquito en matadero porque puedes colmarme la paciencia y eso no va a estar nada padre...

A verdade

El amor no se pide ni se exige, mucho menos se suplica o se ruega. Lo mismo pasa con todas las expresiones de amor, desde los besos, las caricias y el respeto hasta la confianza, el sexo y los abrazos. No es distinto con los métodos de negociación. Eso es algo que de 1987 para acá ya debiste haber entendido, pero parece que nomás no te entra a la cabeza...

A veces es desesperante tratar de negociar con alguien y no encontrar por dónde empezar; es horible saber que una parte está en un rotundo sí mientras la otra está en un rotundo no. Pero siempre es maravilloso encontrar que el terreno común es el amor y de ahí partir.