Confrontando realidades



El viernes me fui con unos amigos al centro. Fuimos a buscar artículos para el periódico y de paso hacer chistoretes baratos sobre el pic-nic del peje. No me fui disfrazada de perredista, incluso una amiga dijo que cuando me vio con blusa rosa, jeans, bolsa rosa, un latte en una mano y el celular en otra dijo "Esta wey está con madre". Aún así nos metimos entre perredistas todo el día, hasta la noche que llego el peje a hablar con una multitud que lo tiene endiosado...

Yo de verdad quería encontrarme con un montón de gente acarreada, ignorante y radical.

Llegamos a Bellas Artes y me topé con un periodista de cierto periódico derechista que no duda en exponer a ocho columnas su odio al peje y al mismo tiempo hace encuestas universitarias.

Mientras mis compañeros pedían informes sobre cómo ubicar los campamentos yo corrí atrás del periodista en cuestión a pedirle consejos de cómo hablar con la gente, qué esperar, por dónde empezar, etc. Lo primero que mi futuro colega me dijo fue “No les digas que eres periodista, tampoco les digas que vienes del ITAM. Los jóvenes son los más dispuestos a hablar, en el zócalo la gente está más radicalizada y en Juárez nomás no te metas.” Sus consejos me sirvieron para nada y para lo mismo; sólo omití la parte de que venía del ITAM, no era necesaria tanta información.

Mientras recorríamos Madero nos topamos con una realidad distinta. Yo de verdad quería encontrar gente cerrada a la comunidad externa. El primer campamento de esa calle nos dio una bienvenida cordial y efusiva; artistas oaxaqueños nos invitaron a armar palos de lluvia y en el campamento de a lado un joven daba una mini-cátedra de marxismo y socialismo.
Yo de verdad pensaba que encontraría gente desinformada...

Tal como me dijo el periodista en cuestión, los jóvenes estaban encantados al hablar con nosotros, pero muy distinto a lo que él dijo, no eran los únicos dispuestos a expresarnos su realidad. Yo quería encontrar gente fanática e irracional pero me topé con gente totalmente informada de qué es el movimiento social-demócrata y cómo funciona. Peor aún, me encontré dándome un madrazo contra mi mini mundo burgués e itamita.

La gente ahí es distinta a como la pintan en los medios, es gente que quiere transformar su realidad, es gente que va más allá de aceptar que votó por “El Rayito de Esperanza”, como continúan llamándolo, ellos votaron en contra del orden social que rige actualmente. Son personas que no ignoran y no son acarreados, es gente totalmente conciente de su realidad y que conoce a fondo sus carencias, carencias que desean eliminar y por lo mismo se resisten a esa preservación.

Dentro de este sector informado se encuentra un grupo de jóvenes que, acampando en mitad del zócalo, declaran ser apartidistas y no simpatizar con el movimiento, pero que al mismo tiempo aceptan que los niños que están en ese plantón también están en resistencia pues “representan a todos los niños marginados del país”. Estos jóvenes están ahí bajo la consignia de que los niños no son armas políticas sino niños ordinarios que deben aprender, jugar, distraerse, pero sobre todo alejarse del partidismo que están viviendo a su alrededor y justamente esa es su misión. Organizando talleres de dibujo, lectura infantil, juegos, etc. Estos jóvenes ponen su granito de arena para ayudar a niños que en un futuro podrían convertirse en excluidos si no mantienen un ritmo de vida infantil.

Recorriendo la plancha del Zócalo pude ver gente que está comprometida con sus intereses, que ven en AMLO una manera de escapar a su apabullante realidad y, ante todo, la esperanza de que sí se puede.

Ante todo, recuerdan, yo quería encontrar personas radicalizadas, revoltosas y listas para emprender la lucha armada y me sorprendí demasiado al ver que muchos de los que están ahí se autocalifican como una resistencia pacífica e incluso algunos se atrevieron a decirnos “Esto es algo pacífico, en el momento en que la bandera de paz se quite, nosotros agarramos nuestras cosas y nos vamos; en ese momento la resistencia termina para nosotros.” Con esto no quiero decir que no haya gente dispuesta a tomar las armas, incluso fui presa de un mezcla de miedo y sorpresa al ver que algunos jóvenes no sólo están dispuestos a armar una revolución sino que la quieren y la están buscando. A decir de uno de ellos “Si entra la PFP a desalojarnos a fin de cuentas será a nuestro favor.” Pero eso no quiere decir que la gente en general quiera un movimiento armado, la verdad es que son los menos.

No me malinterpreten; no estoy escribiendo a favor de la resistencia, de hecho estoy convencida de que no es la manera de transformar el andamiaje del Estado, pero el que no esté a su favor no quiere decir que no me haya sorprendido a mí misma el no poder salir de ahí mofándome de “un puñado de acarreados ignorantes”. Para una niña de clase media que fue al “campamento de verano del peje” a encontrarse con un montón de gente ajena a su realidad, lo confrontación entre lo que vio y lo que sabe fue escandalosa.

Les juro que yo quería llegar al cubículo de “El Supuesto” y hacer un artículo sobre los costos políticos y económicos que el campamento en cuestión acarrea, pero es simplemente imposible tocar algo que ya está en exceso sobado y dejar de lado aquello que la prensa no nos ha presentado y es igual de importante.

Les juro que quería encontrar otra cosa, pero también les juro que no me arrepiento de haber descubierto la realidad.