Abriendo los ojos

El miercoles llegó una señora al negocio pidiendo limosna. Yo estaba hablando por teléfono, la señora en cuestión me pidió permiso para pedir dinero y poder así comprar sus medicinas y yo me dije a mí misma "Ha! ¿Comprar medicinas? Esa ya me la sé de memoria". La señora tendría unos ochenta y tantos, a duras penas hablaba porque no tenía dientes y por si eso fuera poco, caminaba con bastante dificultad.

Todo iba perfecto, la señora les decía a los clientes lo que quería, yo reía al teléfono, el radio (que es mi representación de dictadura en el negocio) tocaba "19 días y 500 noches" y nada parecía ser diferente a cualquier miércoles en el negocio. El problema verdadero comenzó cuando escuché a la señora decir "Y no me quisieron poner puntadas" en ese momento, mi metiche interna decidió desligarse del teléfono y escuchar a la señora. Ella se quitó una venda que traía en el brazo y en ese momento se me cayeron casi casi los calzones (y eso que estaba sentada). La pobre mujer tenía no una raspada, no una cortada
, no, tenía un hoyo, un hoyo de tal profundidad que se le veía el hueso, al observar bien ví que las piernas las traía raspadas y los talones más que heridos. El corazón se me hizo chiquito, la garganta también y no pude más que darle 50 míseros pesos que saqué de la caja del negocio. Algunas empleadas hicieron lo mismo y la señora habrá salido de ahí con unos 200 pesos.

El día siguió y como a las tres horas yo no lograba sacarme a la señora de la mente. Sabía que pude, que debí haber hecho algo más y no tuve los huevos para hacerlo. No me sentí triste. Me sentí débil, me sentí egoista, valemadres, me sentí tibia ¡Odio a la gente tibia! Si en alguna ocasión hice mal a alguien no fue queriendo, pero esta ocasión me sentí mala.

Pasé muchos meses como paramédico voluntario, me chuté un curso de un año que terminé más por orgullo que por convicción pero al final fui voluntaria porque quería ayudar. La primera vez que alguien se me murió, a mí, por mi culpa aunque los demás insistan en decirme que no fue así, que no había nada qué hacer, me sentí más o menos igual. No importa que haya sido mi responsabilidad o no, ese hombre murió en mi presencia, exactamente mientras yo lo atendía y ni siquiera 27 minutos de RCP me pueden convencer de lo contrario, fue mi culpa, debí haber intentado más.

Con la señora sentí lo mismo. Pude haber hecho más, fue mi culpa darle tan poco dinero, fue mi culpa no ofrecerme a llevarla a un hospital, fue mi culpa no haber hecho más. Había tantas posibilidades, treparla al carro y llevarla al hospital, desinfectarle la herida bien (al menos intentarlo) y volver a vendarla con vendas nuevas, lavarle las heridas de las piernas que traían polvo encima del polvo, ofrecerle al menos algo de tomar y de comer. Pero no lo hice, no lo hice porque soy tibia, porque no lo ví como posibilidad hasta que ella se fue y en ese momento, como siempre en mi vida, ya era demasiado tarde.

Tal vez los que lean esto van a decir "che exagerada ¿así o más tirada al drama?" Pues, si lo dicen, qué pena me da su caso, son más tibios que yo y eso da asco. Si no lo dijeron y me están juzgando, gracias por hacerlo, sé que es lo menos que merezco.

Posiblemente para muchos sea importante pero hasta ahí, nada que en realidad cambie sus vidas. La verdad es que me alegra no ser así, esa mujer me cambió la vida porque cambió mi percepción sobre mi misma, me azotó contra mi realidad ahora. Y en estos momentos, que lo pienso detenidamente, no es la primera vez que me niego deliberadamente a ayudar, pero tenía que venir una señora a restregármelo en la cara.