Y llegamos de nuevo a aquél lugar que estaba hecho a la medida de nuestro amor, justo del ancho de nuestras ilusiones, con la altura de nuestros deseos y con la profundidad de nuestro entendimiento, el mismo lugar en el que tú y yo planeamos nuestra compañía y olvidamos compañías pasadas, aquél lugar en el que nos amamos todos los días para envidia de los que dicen amarse...
No fue cosa fácil llegar, antes tuvimos que luchar contra recuerdos dolorosos, palabras engañosas y sentimientos encontrados, pero al final encontramos el camino. Durante nuestro recorrido encontré a aquél que alguna vez me dejó ver todo lo necesario para abandonarte, a aquel que me mandó directo hacia la comprensión de un antiguo engaño y ante su sorpresa sólo atiné a hablarle de mi devoción hacia tí, de lo fanática que soy de tus miradas, de tus palabras, de tus pensamientos, el gusto que le tengo a tus debilidades y a tus fortalezas, la capacidad que tienes para dominar al olvido y prohibirle pasar cerca de nuestras eternidades, también le hablé de tus ojos, de esos ojos transparentes de alma clara, de tu capacidad para reconocer mis dudas a ciegas y a distancia, de la manera tan perfecta en la que navegas en mi mente y de aquella capacidad que tenemos, cuando estamos juntos, de carbonizar las penas del otro... y tu padre no pudo hacer más que sonreír y decir "Ya te había dicho que siempre serás de la familia".
No sabía dónde había dejado el alma hasta que tú la encontraste y me la devolviste, por cierto ¿dónde estaba? Recuerdo que te abracé y nos contábamos de antiguas crísis, de una pasada frigidez y una olvidada impotencia a las cuales olvidamos recordar, siquiera por cortesía, mientras nos volvíamos a abrazar. Pero sigues sin decirme ¿dónde encontraste mi alma?
No quería recordar cuánto te extrañaba, y ahora no lo puedo recordar, porque tu abrazo quedó fundido en mi alma...
Me devolviste la vida, y no exagero, no exagero porque mi vida dejó de ser mi vida cuando se dió cuenta de todos esos besos que no te podría dar, todas las caricias con las que ya no te podría vestir y las promesas con las que ya no te podría hacer vibrar, porque una tarde gris y descorazonada me decidí a decirle adios a tus memorias, pero llegaste y las encontré en el fondo de mi alma, ese lugar donde se hospeda la esperanza, porque la muy testaruda no se quiso ir en caso de que regresaras.
Espero, amor mío, ahora sí mío y ahora sí amor, que nunca la lluvia más ligera se atreva a empañar el cielo despejado de tu vida, porque durante el tiempo que estuvimos los dos dormidos, dormidos y abrazados hechos un solo sentimiento, me dediqué a tejerte sueños dedicados, pues al verte a mi lado noté que recién te habías puesto la vida más bonita que te había visto en mucho tiempo y ahora sí era momento de compartirla y yo... yo aquí estaré toda la vida, manteniendo para ti, siempre, una cantimplora llena de ilusiones y un refrectario repleto de sueños para que nunca te veas en la penosa necesidad de abrir tus maletas y encontrar desesperanzas, para que nunca sientas que la ausencia de tus deseos te arranca el corazón...