Confiando



A veces me doy miedo, porque no sé ni madres de nada, pero ahí voy por la vida sintiéndome chingona. Y la verdad es que en el recuento final se nota que soy una niñita tonta que requiere manos ajenas para sostenerse.

Lo único bueno de la situación es que tengo manos maravillosas que me apoyan y yo me juego la cordura, las nalgas y el futuro por esas personas.

Así que, después de todo, no está nada mal...