E no meio de tanta gente eu encontrei você...
Entramos a Tommy Bahama y ve una camisa color salmón. Hago cara de fuchi y le sugiero una roja que compra. En Brooks Brothers ve otras camisas que le encantan y le enseño unas de esas cositas que se ponen dentro del cuello de la camisa para que no se doblen, de metal (porque la señora que le ayuda en su casa tiene un don para romper las de plástico) y le encanta la idea.
En una carretita en mitad de un centro comercial un israelí le pone una mascarilla que se quita con una piedrita (como un imán o algo así) y una crema para los ojos. Le digo que los resultados en verdad son visibles e impactantes. Compra ambos y el hombrecillo le regala un exfoliante y una crema. Todo el viaje decía que se iba a hacer el tratamiento completo ese día en la noche pero nunca lo hizo, supongo que terminaba agotado, pero de que comprar mascarillas lo emocionó, lo emocionó. Y se me hizo tan adorable...
En nuestro tercer primer aniversario, mientras bebemos champaña y platicamos, me cuenta de una frase de un poeta griego: "la vida no se mide por cuántas veces respiras, sino por el número de veces que te quedas sin aliento" y me dice que yo le corto la respiración varias veces al día. Lloro y lo abrazo y lo beso y no sé cómo explicarle que lloro de felicidad pero mientras lo abrazo me besa la frente y creo que ya lo sabe.
En Borders entra directito a buscar The Fat Duck, de Bluementhal, y luego luego lo empieza a hojear y a decirme "mira, mira, es que hasta la pagina 300 y algo no hay recetas". Inmediatamente después agarra el nuevo de Rushdie (Luka and the Fire of Life); le digo que yo lo tengo en ebook, que si quiere se lo paso y hace esa cara y esa voz de cuando está emocionado y me dice "es que tengo todos los de Rushdie y quiero este...". Me regala la película de "To Kill a Mockingbird". Salimos de la librería y un avión pasa casi encima de nosotros pues estamos muy cerca del aeropuerto. Él dice que está como 300 mts arriba de nosotros, yo digo que se siente como si pasara encimita de mi cabeza. Obvio me asusto terriblemente y escondo la cabeza entre su hombro y su cuello, que es lo que hago cuando me asusto. Me abraza mientras sonríe, que es lo que hace cuando me asusto. Se emociona tanto que me pide que nos quedemos a ver más aviones. Sonrío y digo que sí mientras me muero de frío y pienso que solo podría decirle que sí a este frío por alguien a quien quiera mucho.
En una tienda cuyo nombre no recuerdo encuentra un traje negro. Cuando se lo veo puesto abro la boca de la sorpresa. Se ve divino en él. Le llevo una camisa blanca para que se la ponga con el traje y le digo que está padrísimo, que se ve guapísimo y no puedo mantener la boca cerrada. Como una niña sorprendida por algo maravilloso. Luego consigue dos blazers, uno de ellos de pana negra, una tan fina que me tiene que decir que es pana mientras yo veo lo ligera que es. Se lo prueba y le queda como mandado a hacer. Al otro día, mientras caminamos por la calle, me cuenta sobre un traje de pana heredado de su papá, de esos que tenían parches en los codos, de cómo lo hizo su outfit por excelencia en la facultad y cómo sus novias lo odiaban con toda el alma (al saco, no a él). Luego me cuenta de cuando llegó a Alemania y se consiguió otro con parches en los codos y su ex lo odiaba a rabiar. Todo esto mientras me toma la mano para terminar diciéndome "me gustó mi blazer de pana negra, no sé, me trae recuerdos." y yo siento cómo mi corazón salta de alegría porque estas historias que comparte conmigo me hacen quererlo más.
Bajo al casino "media hora" y subo hora y media después mientras le cuento, emocionada, lo que hice abajo. Me sonrojo y le pregunto si es cierto eso de que en lugar de 23 años tengo 16... me dice que mi sentido del tiempo es, más bien, de un miniser de 6 años, mientras sonríe con reprobación y yo siento que a mí también me corta, a cada instante, la respiración.
Cenamos en Bouchon, él es fan de Thomas Keller y yo le regalé sus libros de cumpleaños, así que en cuanto ve el bistró hace una reservación. Mientras caminamos hacia el restaurante un bell-boy me dice "Keep him, Miss, he's got excellent taste" y yo le respondo que eso planeo hacer mientras sonrío y lo tomo de la mano. Saliendo vamos a un stand-up comedy club (The Improv) y reímos de lo lindo. Yo nunca había ido a uno y él me dice que está feliz de poderme llevar a algo que yo no conocía, y en Las Vegas, que es un lugar que él no conocía. Mi vida, el muy bobo no recuerda que yo no conocía Las Vegas estando enamorada del hombre con el que caminaba por la calle de la mano, con el que iba a shows y a cenar a lugares conocidos o desconocidos.
Compra una como piedrita dibujada por una indígena acoma (Diane Lewis) y me dice que eso le va a encantar a su mamá. Yo sonrió mientras pienso que es un gran regalo, aunque no logro decidir si la figura es un venado o un ciervo, y luego pienso que tal vez eso es lo de menos.
Nuestro último día allá usa el traje negro que se acaba de comprar con la camisa blanca que se acaba de comprar y me dice que nunca había tenido un traje negro. Le digo que el negro le queda de maravilla y que el traje está muy padre. Lo tomo de la mano y vamos a un par de tiendas más. Es increíble ir de la mano del hombre al que amas. Y sí, llevo tres años haciéndolo pero no deja de sorprenderme.
En Victoria's Secret los papeles cambian y él escoge lo que yo llevaré. De pronto estoy frente a una señora que nos ve rarito porque él está en traje y yo en jeans y tennis, además, claro de la obvia diferencia de edad, y resulta que habla español y nos ve peor cuando le digo "quiero llevar algo que tú quieras quitar, eres el único que ve mi ropa interior" y me doy cuenta que en cualquier otra circunstancia hubiera sido muy vergonzoso pero con él es hasta natural, porque lo amo.
Finalmente tenemos que regresar. Hacemos escala en LAX. Cenamos y el chocolate del postre le cae en la camisa, sonrío desde el estómago, o no sé, el esófago al menos, mientras pienso que no podríamos ser tan dispares: a mí me gustan los hombres que andan de traje todo el tiempo y él anda de él todo el tiempo; casi no digo groserías y él las usa con una frecuencia bárbara, desde hace como 10 u 11 meses no fumo y él sí. El protocolo es algo importante para mí, cosas como la manera correcta de sujetar los cubiertos o la copa de vino. Mi impuntualidad crónica no va con él, mi fascinación por caminar de la mano tampoco va con él. Al principio caminaba como 1 mt adelante de mí y yo tenía que preguntarle si iba solo o qué onda... mi falta de planeación, mi incapacidad para ser constante y esta necesidad casi patológica de decirle al mundo cuánto lo amo son otras cosas que nomás no concuerdan entre nosotros. Mi obsesión por disculparme cuando hago las cosas mal o considero que las hice mal le harta un poco, dice que no debo clavarme en el "perdón", él se disculpa una vez y olvida el tema. Mi impulsividad, sobre todo mi impulsividad.
Me deja en mi casa y, tras besarme de despedida le digo, por centécima vez, que la pasé increíble, que gracias por hacer de nuestro tercer aniversario algo tan mágico y hermoso y él me dice que este es el primero de muchos mientras me vuelve a besar...
Tal vez él no lo sabe, pero me he esforzado tanto, desde hace tantos años, por estar con él, que ahora tengo esta sensación de plenitud que había buscado y quiero hasta presumir.
¿Que yo qué hice en nuestro viaje de aniversario? La mayor parte del tiempo lo observé asombrada y agradecida por tener un hombre como él a mi lado...
Y lo amo. Y le creo. Y nada más importa, así que deja de intentarlo.
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