Enfrentando demonios



El viernes me "enfrenté" a uno de los demonios más grandes que hay en mi vida.

En incontables terapias, páginas de diarios, posts, cafés con Lichis y Pau, desayunos con Emmanuel, conversaciones con Francisco y debrayes de mi cabecita he tocado el tema de Pablo.

El punto es que ese hombre tiene la habilidad de ponerme particularmente estúpida. No sé en qué se base su poder pero el chiste es que aún después de estos años si lo veo me siguen temblando las piernas, se me sigue escapando la voz y sigo asintiendo como pendeja a cualquier cosa que me dice. Me choca.

El punto es que el viernes llegué a mi casa como a las 10:00, puse la tina a llenar y de repente, a eso de las 10:30 sonó el teléfono. Contesté extrañada de recibir una llamada suya y me dijo que quería verme y me esperaba en el VIP´s de mi casa. Lo más sano, coherente, seguro y decente era que lo mandara al diablo, pero llegó el efecto que ya les mencioné y le dije "sí, en 20 minutos llego". Insisto, lo más prudente hubiera sido mandarlo al diablo, pero ¿quién dijo que yo era coherente, segura, prudente y sana?

De cualquier manera, llegué media hora y media cajetilla después. El hombre me pone loca, demente, estúpida. Quisiera decir que me pone así porque lo quiero mucho, eso sería más lindo para mi reputación. No, me pone así porque creo que me hizo mucho daño. Sí, sí, ya sé, yo permití que me dañara así. No importa, el chiste es el resultado final.

Anyway, cuando iba manejando hacia el VIP´s iba haciéndome la chaqueta mental de que le hablaría de todo lo que siento, lo que me lastimó, lo que llegué a odiarlo, mi incapacidad para perdonarlo, el convencimiento de que si bien también fue mi culpa la mayor parte de la responsabilidad era suya... sí, ya sé, aparte de todo tonta la niña. Llegué, entré al VIP´s, no lo ví, me marcó y me dijo que estaba afuera. Salí, me subí a su carro, lo saludé y de ahí ya no pude. Me paralicé por completo. A partir de ese momento él decidió todo y a pesar de que me preguntaba yo no podía decir nada que no fuera "sí, está bien" o "como tú quieras".

Hace unos tres meses me había hablado y dicho "nos vemos el martes a las 6 en el Starbuck´s de LV" y yo dije "sí, claro" pero después pensé: "Vamos, tengo una vida muy chida ahorita, no quiero meterle el gusanito ese" así que le hablé y le cancelé, le dije que no podía. Otra persona ocupaba mi mente y no me sentía necesitada de aclarar las cosas con Pablo. El viernes no pensé en nadie más, me sentía "lista para enfrentarlo" y me dí en la madre cuando me dí cuenta de que no era cierto.

Quise matar a uno de mis demonios y sólo me dí cuenta de que aún no tengo esa fuerza. Ni siquiera me enfrenté correctamente a él.

No importa, ya habrá otra ocasión. Me falta crecer, madurar, querer, creer, soñar, pensar, sopesar...

No importa, sé que lo lograré.