Catarsis

Hace un mes tuve la sesión de terapia más difícil que he tenido... y miren que he tenido muchos años para comparar. Sentí lo que nunca alguien debería sentir en terapia: me sentí juzgada, lastimada y deliberadamente agredida por la única persona que sabe absolutamente todo de mí, sin ediciones, sin censura y sin agenda.

Salí del consultorio con una profunda tristeza y una desesperación terrible pues me responsabilizó por cosas que no podían ser mi responsabilidad. Y no podían serlo porque eran situaciones que escapaban a mi control, no sólo porque no tenía la fortaleza ni la madurez de evitarlas, tampoco tenía la edad. Además menospreció lo más valioso e importante en mi vida: mi familia. La cereza del pastel fue decirme que mi pareja era, entre otras muchas cosas, un patán embustero. Decidí que era un idiota y salí de ahí convencida de no regresar, pues cuando estás en terapia confías en la capacidad del terapeuta para volverse, de alguna manera, tu volante emocional, que lo tomarás de la mano y te dejarás llevar porque él conoce el camino mejor que tú y sabe dónde hay baches y cómo tomar cada tope.

Ese día lloré hasta bien entrada la media noche en el parque México mientras MR! me abrazaba y me decía que, efectivamente, mi terapeuta era un pendejo y no debía regresar. Luego llegué a casa y entre lágrimas le dije a mi familia que no quería volver a ir con ese güey y que necesitaba encontrar otro. Después de preguntarme si no habría sido un proceso terapéutico me dijeron que consideraban necesario que fuera una vez más a decirle lo que sentía pues era una manera de demostrarme que me encargo de mí misma y me defiendo. Hecho eso nos concentraríamos en encontrar a otro terapeuta.

Sabía que tenían razón, pero no me sentía lista. Ayer por fin lo hice; fui a su consultorio y le dije todo lo que pensaba y sentía, le dije que no me sentía cómoda porque creía que me había pateado cuando ya estaba en el suelo, expuse todo y le pedí que me explicara por qué lo había hecho. Le dije que durante todos estos años me ha ayudado muchísimo y que racionalmente creía que había una explicación perfectamente lógica y coherente para lo que había hecho, pero que en el plano sentimental no lo entendía y me sentía traicionada, así que necesitaba entender el por qué. Me lo explicó todo, me dijo qué había intentado con cada palabra y por qué creyó que era necesario y por qué sabía que yo podía soportarlo. Me dijo, también, que sabía que iba a pasar justo lo que pasó durante este mes y que quería llegar a ese momento en el que yo estaba defendiéndome pero que, honestamente, pensó que me tomaría más tiempo y que en ese sentido estaba sorprendido. Todo tuvo tanto sentido que fue casi una epifanía.

Salí del consultorio sintiendo que mi terapeuta no era un imbécil pero sin duda era un cabrón.

MR! estaba esperándome en el Starbucks de junto, en cuanto entré me preguntó cómo estaba, cómo me sentía, qué había pasado... hablamos largo tiempo, le expliqué todo lo que habíamos dicho y cuando terminé me dijo que mi terapeuta no es un pendejo sino un hijo de puta, un hijo de puta brillante y al que no debo perder. Luego me dijo que estaba orgulloso de mí porque eso requería una fuerza interna y un compromiso personal enorme y habla de quién soy y de por qué me ama.

Llegué a casa y hablé con mi familia, les conté, a grandes rasgos, lo que había pasado y que había decidido continuar mi terapia con él. Me dijeron que sin duda él es brillante y que les gustaría tener un papel más activo en todo este proceso que estoy viviendo. Les agradecí, les dije que lo más importante para mí son ellas y tenerlas hace toda la diferencia y me sentí, por primera vez en un mes, confiada, alegre y serena.

Todos aceptaron que fuera a mi ritmo, sabemos que hay procesos que se pueden postergar pero no evitar y que una vez que empiecen no habrá cómo frenarlos... justo por eso todo será a mi ritmo.

Y muéranse de envidia todos los que no tienen una familia marvillosa que siempre está al pendiente, una pareja increíble que en esas situaciones te abraza y toma de la mano mientras lloras, unos amigos que no dejan de llamar ni de mandar mensajes preguntándome cómo estoy y un terapeuta realmente chingón que te avienta contra la pared porque sabe que necesitas reaccionar y porque sabe que resisitirás el golpe y no sólo porque a tus 23 años tu lóbulo frontal está mejor que antes, sino porque ha visto el gran avance que llevas.

Soy una niña afortunada y estoy agradecida por eso. Y sí, definitivamente gané. A fin de cuentas todo es cuestión de pagos y todas mis estrategias dominantes me llevaron a un buen resultado. Si todo lo que hacemos se puede explicar de una manera u otra con teoría de juegos diré que este era uno de suma cero y yo obtuve el mejor pago :P