Receta

Una amiga me whatsappea diciéndome que me odia porque los cupcakes que le hice estaban deliciosos y se los comió todos. Me dice que, además, todos los que los probaron dijeron que estaban buenísimos y ya quieren más. Dice que me hará promoción porque "están tan ricos que qué bárbaros..." y me pide fotos. Hehehe, con eso ya son presonas y cafeterías comprándole cupcakes a mi linda personita. Obvio tengo que aprender a hacer el merengue suizo de fresa porque el señor lo hizo y pues, ni modo de pedirle que cada que tenga que hacerlo me venga a resolver la bronca. Digo, una vez es que me trate de enseñar, pero más pues, mhm... es como que abuso, ¿no?
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Nina tiembla mientras duerme. Es como si estuviera soñando con un paisaje helado. Y me despierta una ternura casi inverosímil.
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La llama Jabba the Hutt, aunque a veces también le dice Jabba the Not Hot, nos reímos de su abierta disposición a parecerse a mí, de lo monstruosamente desesperado que eso suena, de cómo habla abiertamente sobre lo que puede ser conmigo como referencia y, sobre todo, nos reímos de cómo se le ofrece a pesar de ser, básicamente, Jabba the Not Hot. Después nos reímos porque lo que Jabba the Not Hot no entiende es que no se puede intentar ser como yo porque, según él yo soy maravillosa y ella puede intentarlo cuanto quiera, pero simplemente no es.
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Dos años de ejecución y tres horas de impresión (gracias a la ineficiencia de los empleados de Office Depot) nos tomó llegar al punto en el que, con el documento en las manos, nos abrazamos, nos felicitamos y nos besamos para celebrarlo. La sensación de orgullo, satisfacción y felicidad es enorme. Mientras lo abrazo y le digo que estoy orgullosa de él porque es un Rolls Royce me abraza fuerte y me dice que yo soy quien lo hace así, que cuando menos soy la gasolina que lo hace caminar y que ese documento es un tributo a mí. Me agradece por insistirle en que lo hiciera, por orillarlo a creer y por ser su oxígeno. Las casablancas en la mesa son una manera de agradecérmelo, dice. Las gerberas de colores hermosos en mi cuarto tienen el mismo fin. Y cada que las veo sonrío. Y sonrío porque yo también estoy recibiendo bocanadas brutales de aire fresco...
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La sensación de que te pudiste haber librado de algo por cuestión de unos pocos minutos pero te cacharon apesta. No sé, haces la travesura, la disfrutas enormemente porque el baño de adrenalina es lo que te orilló a hacerla y justo cuando estás escapándote con una sonrisa de satisfacción, ¡tómenla! Entonces haces lo único que puedes hacer con ese problema: fingirte dueño de la situación, inventar un pretexto malísimo, alejarte con esa fingida sensación de control mientras contienes la risa y, una vez que estás al aire libre, estallar en carcajadas. Por supuesto una parte fundamental del proceso es agradecer que ya te estabas escapando cuando te cacharon... mejor ni pensar qué hubiera pasado 15 minutos antes. Pero de todos modos estás en una acera riendo y pensando que, de algún modo, te saliste con la tuya.
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¿Les conté del mejor grupo de FB que he visto? Hehehe, es genial: "-¡Señorita Laura, es que no lo supera! -¡Que pase la traumadaaaaaa"... tan cierto en tantos niveles que hasta parecería innecesariamente violento, excepto porque no lo es.